Siguiendo el hilo del artículo sobre “el efecto Mateo” y cómo la organización de las competiciones por año de nacimiento natural (enero a diciembre) afecta al desarrollo del talento futuro, surge un comentario que añade más relevancia al asunto, ¿qué pasa con los chicos y chicas que se desarrollan antes de tiempo? ¿Puede un jugador nacido en los meses finales del año desarrollarse antes que uno nacido en enero? ¿Cómo influye esto en la organización y el transcurso de las competiciones de base? Adentrémonos en el curioso concepto de la edad biológica.
En primer lugar, debemos diferenciar los conceptos de edad biológica y edad cronológica. Ésta última hace referencia a la edad basada en la fecha de nacimiento, mientras que la edad biológica atiende a una serie de patrones de crecimiento de la población promedio.
Seguro que muchos recordáis aquel famoso torneo nacional de Alevín celebrado en Brunete, de donde salieron futbolistas de la talla de Andrés Iniesta, Fernando Torres o Gerard Piqué, entre otros. En una de las ediciones de dicho torneo destacó una pareja de hermanos, que por aquel entonces jugaba en el alevín del Atlético de Madrid, los hermanos Obama. A todo el mundo les llamaba la atención la superioridad de aquella pareja de hermanos frente al resto de jugadores, ahora bien, ¿alguien se paró a analizar en qué eran superiores y por qué?
Maduradores precoces y maduradores tardíos
Los siguientes gráficos (adaptados del libro de Romeo Jozak e Ivan Kepčija “Development Curriculum”) muestran la curva del rápido crecimiento corporal:
En promedio, los niños alcanzan su pico de crecimiento (en cm) a la edad de 13,5 años; las niñas, aproximadamente a los 11,5 (casi 2 años antes). Se conoce como maduradores precoces a los chicos que entran en ese periodo antes de lo previsto, mientras que los que alcanzan ese crecimiento después de ese tiempo se denominan maduradores tardíos.
Si tenemos como referencia que el desarrollo promedio de un niño de 13 años se corresponde con 164cm de estatura y 49,8kg de peso (datos de “Development Curriculum”), llegamos a la conclusión de que dos jugadores nacidos en el mismo año, independientemente del mes, pueden tener grandes diferencias biológicas; mientras que un madurador tardío de 13 años (infantil) puede medir 150cm y pesar 40kg, otro (madurador precoz) de su misma edad podría medir 180cm y pesar 72kg. Adivinad quién juega la mayoría de minutos en su equipo…
El madurador precoz
Exacto, los maduradores precoces pueden ser jugadores superiores en alevín (que no mejores ni buenos), pues tienen una ventaja en el rendimiento por su dominancia física. Si el club, academia o entrenador de turno busca el rendimiento en alevines, entonces obtendrá resultados basados en la ignorancia, pero a largo plazo (al que debemos dar importancia cuando hablamos de deporte base) esto es perjudicial para ellos, pues acaban adaptándose a conseguir las cosas de manera sencilla sin apenas esfuerzo, no experimentan un ambiente de competición, intensidad o complejidad, lo que provoca que se atasquen en su desarrollo.
Imaginad qué ocurre cuando estos chicos, que se acostumbran a ganar, a ser premiados y a destacar, se les acaba la mina de oro de la dominancia física. Tarde o temprano el físico pasa a un segundo plano y ya no consigues las cosas de manera fácil. Psicológicamente puede ser un gran problema para ellos. Sí, los Obama fueron desapareciendo de las portadas…
El madurador tardío
Parece que los maduradores precoces tienen que pasar por una situación difícil con el paso del tiempo, pero ¿y los pequeñitos? Imagina a esos jugadores de tan corta edad que tienen que experimentar un retraso en su desarrollo y además tienen que competir con otros chicos con el doble de peso y estatura ya que tienen la misma edad cronológica. Todos conocemos la realidad del fútbol base.
En la mayoría de casos (por no decir en el total de ellos) siempre se eligen a los jugadores por su dominancia física, pues son los que darán mayor rendimiento en estas categorías, dejando a los que no destacan en este aspecto (de momento) a un lado, a pesar de que puedan tener talento para jugar. Además, no pueden competir en una categoría menor ya que éstas se organizan por edad biológica, así que no tienen opción. Sin embargo, los maduradores precoces si que tienen la opción de competir en una categoría superior, pero de nuevo entra en escena la imperiosa necesidad de ganar, sea cual sea la categoría y sin tener en cuenta el desarrollo de todos los jugadores.
Estos chicos pierden oportunidades muy importantes de desarrollarse en un nivel de competición y entrenamiento que merecen, por lo que en muchas ocasiones no pueden alcanzar su máximo potencial. Una vez más, falta de oportunidades y siempre sin tener en cuenta el talento del jugador, cuando el talento del jugador a la larga es lo que cuenta.
Soluciones ante la maduración de los jugadores
El objetivo de este apartado del artículo no es generar la leyenda de Robin Hood con los chicos en función de su edad y/o maduración; no se trata de quitar minutos a unos más beneficiados para dárselos a otros con menor maduración, sino de buscar condiciones favorables para todos ellos.
Desde mi punto de vista, para los organizadores de competiciones supone una gran complejidad estructurar las competiciones atendiendo a la edad biológica de los jugadores. En este sentido, sería más factible, y también ayudaría a solucionar el “problema”, establecer fechas de corte más reducidas para que haya menos diferencias entre jugadores, como ya comentamos en el artículo sobre “el efecto Mateo”. Sin embargo, los clubes, academias o canteras sí que tienen más capacidad de organizar a sus jugadores teniendo en cuenta la edad biológica de los mismos. Como siempre, la clave está en qué objetivos perseguimos y cuáles son los correctos cuando hablamos de fútbol base.
Si cuentas con jugadores con una maduración precoz y que además destacan por su juego, debes crear contextos desafiantes para ellos tanto en los entrenamientos como en los partidos. Si dejas que simplemente destaquen por su dominancia física les abandonas a su suerte, teniendo herramientas para que no sea así; esos jugadores pueden competir en una categoría superior donde la competencia les exija una dificultad adecuada a sus características, pueden probar a jugar en posiciones diferentes que les demanden más y les sirva para desenvolverse en situaciones que antes no habían experimentado. Como entrenadores de fútbol base y formadores ese es nuestro objetivo, participar en el desarrollo del jugador y utilizar las herramientas disponibles para ello.
Como cuentan en su libro Romeo e Ivan, hay varios grandes ejemplos de cómo reconocer y dar importancia a este fenómeno. Uno de ellos, la Real Asociación Belga de Fútbol (Royal Belgian Football Association), quien llevó a cabo una separación de categorías para jugadores con maduración tardía a la que llamaron equipo “Futures”. En 2008, la selección nacional sub16, donde los mejores jugadores competían para la Eurocopa, adyació al equipo original un equipo de la misma edad cronológica pero con jugadores de maduración tardía, organizando campamentos, partidos amistosos y torneos de nivel adecuado para este equipo.
En la imagen (tomada de www.sport.vlaanderen) podéis observar los dos equipos nacionales belgas sub16 de 2008, pudiendo diferenciar el equipo nacional original a la derecha y el equipo nacional formado por maduradores tardíos a la izquierda.
Este proyecto fue inspirado en la carrera del jugador Belga Dries Mertens (169 cm y 61 kg), internacional 109 veces con la selección absoluta, quién por su maduración tardía jugó muchos años a un nivel inferior y fue internacional apenas 4 veces en sub17 de todos los equipos nacionales posibles en categorías juveniles. Simplemente necesitó más apoyo y las oportunidades para mostrar su talento, hasta que con 24 destacó en el PSV Eindhoven.
El fútbol belga ha obteniendo resultados de este proyecto. Varios jugadores de ese equipo “Futures” de maduradores tardíos se han convertido en futbolistas profesionales (Yannick Carrasco, jugador del Atlético Madrid e internacional absoluto, nº17 en la imagen de la izquierda; Tarf Karim, nº6, jugador profesional de la liga holandesa; Julien Vercauteren, nº3, jugó en el OGC Nice en la liga francesa). Todos ellos experimentaron dificultades para ser seleccionados en categorías inferiores debido a su maduración hasta que les dieron sus oportunidades.
Sin embargo, a pesar del dominio en sub17 de los jugadores del equipo original, tan solo uno de ellos es jugador profesional (Thorgan Hazard, nº16 en la imagen de la derecha, actualmente en el Borussia Dortmund alemán). Esto pone de manifiesto la importancia de invertir tiempo y recursos en la ‘problemática’ de la maduración de los jugadores. Como comentaba Bob Browaeys, quien dirigía este proyecto en Bélgica, todos los chicos, maduradores precoces o tardíos, deben tener una oportunidad igual para jugar y desarrollar sus cualidades personales.
Ahora bien, hablando de fútbol base, como entrenadores en formación, coordinadores, directores, etc., está en nuestra mano establecer la diferencia entre el objetivo a largo plazo (desarrollo) y las metas a corto plazo (resultado).
Raúl González Martín
Máster en dirección de fútbol Escuela Universitaria Real Madrid Universidad Europea