Tengo la suerte de haber coincidido con gente que me ha ido dando oportunidades para crecer a nivel personal y laboral en este mundo, el del fútbol, y así espero mantenerlo tanto a corto como a largo plazo. Es un mundo intenso, incluso algo inestable, y te pone a prueba en todos los sentidos, pero disfruto mucho entrenando, compitiendo e incluso debatiendo sobre este deporte. Creo que todos los que nos dedicamos al mundo del entrenamiento tenemos mucha pasión.
En el 2017 se produjo un gran cambio en tu vida. Pasaste de ser entrenador de fútbol base en Sant Cugat FC, a ser entrenador en Japón de la Ekkono Osaka Academy. ¿Cómo nació la oportunidad?
A través de la empresa Soccer Services Barcelona, con la que he tenido también la oportunidad de conocer otros países, cómo funcionan varias estructuras de clubes profesionales e incluso tener contacto directo con futbolistas de élite. Recuerdo la llamada en enero de ese 2017, y cómo tuve que marchar tan solo dos meses después. A pesar del cambio que suponía para mi vida, a todos los niveles, fue una decisión muy fácil. Sentía que necesitaba dar ese paso, que era un buen momento para hacerlo y que, en caso de que fuera mal, siempre estábamos a tiempo de volver y aprender de ello. Sin embargo, fue un año genial y pude aprender mucho de la cultura japonesa y descubrir también otras facetas mías tanto a nivel personal como deportivo. Salir de casa, y hacerlo tan lejos, te hace madurar. Lo mejor son los recuerdos y amistades que me llevo de muchos jugadores y staff técnico con el que tuve el placer de coincidir.
¿Qué diferencias percibiste entre los niños japoneses que te encontraste allí y los niños que estabas acostumbrado a entrenar en el Sant Cugat FC?
Tanto a los chicos de Sant Cugat como a los japoneses les unía (y une) una tremenda pasión por el fútbol. Por el juego. Ese «querer jugar» es un lenguaje universal. Poder comunicarme con ellos a través del balón fue para mí todo un reto, pero, a la vez, encontré en el mismo deporte el mejor aliado para entenderme con ellos. Hay emociones que son las mismas en todos los rincones del mundo. Muchas de las diferencias que podías encontrar entre un niño japonés y uno catalán tenían que ver con la misma cultura que les rodea y en cómo han sido educados. Te diría más: creo que tiene vínculo directo eso con la forma en la que luego te expresas jugando. El chico de Sant Cugat, por norma general, es algo más extrovertido. Arriesga más, prueba ese último pase, tiene menos miedo a perder el balón… El japonés, sin embargo, es más disciplinado en el juego y en las prestaciones que da al mismo, pero eso también le hace perder ese factor «sorpresa» que permita asentar de la mejor forma el talento. Creo que se exponen de distinta forma al error. Llevo tiempo pensando que entender mejor el juego va directamente relacionado con entender mejor a los jugadores, y que los conceptos nacen de los mismos protagonistas (y no al revés). Por ello, haber tenido la experiencia de entrenar a jugadores de distintas culturas, ya no solo japoneses, sino también de países nórdicos o indios, creo que son los aportes más significativos que he podido tener (y disfrutar) para ir entendiendo mejor el juego. Recuerdo que con los japoneses me costó coger algo más de confianza las primeras semanas. Algo lógico también por el factor lenguaje, pero aun así la timidez reinó por completo en los inicios. Con los de Sant Cugat es más fácil porque también son más abiertos y, creo, sienten la figura del entrenador como alguien más próximo y cercano, no tanto como a un “profesor”, al que debes respeto máximo, como creo que se da el caso en Japón.
Además de las diferencias entre los niños, me gustaría también preguntarte por la diferencia entre las familias. ¿Cómo viven las familias de Japón la actividad deportiva de sus hijos? ¿Es parecido a lo que vemos aquí o hay alguna diferencia?
Cabe destacar que, en Japón, al entrenar en una academia, la relación con los padres no tenía la misma implicación que lo que sucedía anteriormente con los de Sant Cugat, que sí venía marcado en el día a día de la competición dentro de un mismo equipo. En Osaka, los niños venían a entrenar a la academia para perfeccionar varios conceptos básicos de su juego, pero luego tenían también la rutina con sus distintos equipos aparte. Sin embargo, sí te puedo decir que el respeto a la figura del entrenador es mayor en el país asiático. En España es fácil encontrar un “entrenador” en la grada por cada niño que entrenas, mientras que en Japón ya se da por entendido que, quien debe dar lecciones a su hijo/a en el campo, es únicamente el técnico deportivo. Otro tema que también quizá es interesante comentar es el respeto al árbitro, que allí es abismal. Viendo varios partidos de cantera, analizando a varios jugadores de la misma academia, era hasta impactante ver cómo las familias asistían a ver partidos, pero lo hacían solo para animar o incluso mantenerse en silencio. En todo un año no vi ni un solo reproche a ningún colegiado.
Después de un año en Japón, vuelves como director del Área de Metodología del Sant Cugat FC. ¿Qué te animó a asumir ese nuevo rol y cómo valoras la experiencia?
Había tenido experiencias anteriores dirigiendo a los entrenadores y pensé que era un buen momento para seguir formando. La base de todo club son sus formadores. Son los que dejarán el legado más positivo o negativo a los jugadores que pasen por la entidad y es en lo que más se debe invertir. Para mí era vital que el club remase en una única dirección. Respetando las singularidades de todos y cada uno de los entrenadores, pero fomentando una identidad que nos permitiese a todos hablar y pensar de maneras parecidas dentro de nuestras diferencias. Mi principal función durante estos dos años como director del Área de Metodología ha sido abrir la mente a los entrenadores, hacerles entender que para mejorar en este mundo debes exigirte, ser autosuficiente, buscar contenidos e ideas que te hagan ver el juego de manera más compleja y, entonces, ir respondiendo a todas y cada una de las preguntas que te vayan sucediendo para así llevarte a más preguntas. Si como entrenadores buscamos que el jugador piense y ese tipo de descubrimiento guiado, haciéndole protagonista de su crecimiento tanto deportivo como personal, los entrenadores no debemos ser menos. Valoro muy positivamente cómo ha ido todo. Ha ayudado mucho coincidir con una generación de entrenadores y entrenadoras muy dispuestos a mejorar y a formarse.
¿Cómo surge “Pep Táctico”? ¿Qué crees que ayudará a que tenga éxito?
No tenía pensado escribir un libro, pero surgió por un mensaje de Alberto Cosín, que me propuso la idea y, valorando todo, decidí aceptar. Lo acepté principalmente porque me gustaba el proceso que conllevaba escribirlo. Revisar de nuevo los partidos de Pep Guardiola en sus más de diez años como entrenador, encontrar y descifrar los porqués de sus modelos, conocer y aprender de todos los jugadores que ha entrenado… Ha sido muy bonito. Para mí el libro, como proyecto personal, ya ha tenido éxito, por todo lo que me ha aportado tanto en lo personal como en lo deportivo. Cuando hablas de éxito, prefiero no asociarlo directamente a lo material o tangible como puede ser el número de ventas que vaya a tener. Creo que ha quedado un producto que gustará a mucha gente, y que puede disfrutar tanto un aficionado medio como un entrenador. Más allá de lo llamativo que resulta Pep Guardiola y su juego, otro de los grandes “qué” del libro son las conversaciones que he podido disfrutar con gente de mucho nivel. Desde Martí Perarnau hasta Óscar Cano, pasando por Matías Manna, Rubén de la Barrera o Ricard Torquemada. Más de treinta personas que se han implicado sin pedir nada a cambio más allá de autoabastecernos de conocimiento mediante el debate y la aparición de nuevas preguntas a partir de las respuestas. Busco, exactamente, eso. Que el lector, al consumir el libro, tenga más dudas que las que tenía antes de hacerlo. Y es que el juego no para de exigirnos y evolucionar…
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