Pedir perdón está sobrevalorado. Más aún cuando los actos que producen la necesidad de pedir perdón han sido realizados de manera voluntaria. En esas situaciones el perdón no vale nada. Son otras las fórmulas que debemos buscar en esos casos para enmendar el error. No digo que pedir perdón esté mal, sí digo que por norma general pedir perdón no es suficiente, pero solemos pensar que sí porque nos han educado de esa forma.
Desde pequeños nos educan a pedir perdón aunque hayamos hecho daño de manera voluntaria. Nos exigen que le pidamos perdón a la persona afectada y con eso, la mayor parte de las veces, es suficiente. Nadie nos exige que hagamos nada más. Ya hemos cumplido. Ya hemos pedido perdón.
En el vídeo que adjunto a continuación podemos ver un ejemplo claro de esto. Un niño le pega voluntariamente una patada a un rival, le hace daño y, automáticamente, considera que se libra de toda culpa si rápidamente le pide perdón. Lo piensa porque se lo exigen desde pequeño. Está educado en eso. Para él es algo natural. Como para todos.
–Le hice daño, pero le pedí perdón -y ya vivimos tranquilos.
Te llamaré… ¡VALVERDE JR! 🥋 🤣 pic.twitter.com/Xer9Zzm17k
— TyC Sports (@TyCSports) January 13, 2020
Este aprendizaje no solo lo potenciamos en el fútbol sino que también lo favorecemos en los colegios y en las familias. Cuando un niño hace algo que afecta negativamente a otra persona no nos paramos a reflexionar con él. Simplemente le exigimos que, para solucionar el problema, pida perdón. Una vez que lo hace damos por solucionado el conflicto.
Aquí es cuando llega lo peligroso. El problema realmente no se ha solucionado, pero el niño se ha marchado creyendo que sí, porque le hemos enseñado eso. Le hemos transmitido que la palabra perdón es un medio para solucionar problemas que, en realidad, no están solucionados.
Pedrito agacha la cabeza, se acerca a Julia y le pide perdón.
Pero la situación ahora, lejos de estar solucionada, es peor que al principio. El dibujo sigue roto, Julia sigue triste y Pedrito, que debía ser el mayor damnificado de la situación, sale reforzado por lo bien que pidió perdón y, además, sin ningún tipo de sentimiento de culpa.
O trabajamos con los niños y niñas sobre sus acciones y repercusiones, o creamos una sociedad donde pedir perdón lo salva todo y, además, donde que te pidan perdón te impide recriminar nada, porque te dirán que qué más quieres, si ya te pidieron perdón.
–¿Que qué más quiero? -pregunta Julia enfadada-. Quiero mi dibujo y ya no puedo.