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Mi hijo es un crack – Capítulo II

Presumimos más de lo que nos gustaría ser que de lo que somos realmente. Pero tiene sentido. Lo que tú eres no vale, no significa nada. Tú eres lo que la gente de tu alrededor cree que eres. Así es como vas a ser tratado. Puedes ser una excelente persona que si yo creo que eres un hijo de puta te trataré como tal. Después podremos debatir por qué creo eso o podremos debatir si esa percepción puede cambiar con el tiempo. Pero la realidad es que, en un principio, te trataré como un hijo de puta. Y te trataré así porque lo eres. Al menos lo eres para mí, que soy el que te va a tratar.

Quizás por eso algunos entrenadores de fútbol base hacen sus entrenamientos pensando más en quién puede estar viéndolos que en quién puede estar ejecutándolos. Para progresar como entrenador de nada me valdrá mejorar a mis futbolistas si los encargados de que progrese piensan que soy un inútil. En cambio, valdrá de mucho si piensan que soy un fenómeno aunque no mejore a ningún jugador. Ellos me tratarán como creen que soy, no como soy realmente.

Esta que os acabo de explicar fue, seguramente, la forma de pensar de aquella madre que me llamó un día por teléfono para preguntarme si podía venir su hijo a probar con el equipo. Es la historia de un sueño, la historia de un sí pero no. Es una historia a la que llamaremos Ilusión.

Yo entrenaba benjamines y, aunque coincida la categoría, la historia transcurrió unos años antes a lo ocurrido en el primer capítulo. 

La liga ya había comenzado y un día recibo una llamada. Era la madre de un niño.

-Hola, quería hablar con Antón, el entrenador del benjamín A -dijo como si estuviese llamando a una oficina con muchos trabajadores cuando, en realidad, estaba llamando a mi teléfono particular.
-Sí, soy yo. ¿Quién es?
-Hola, ¿qué tal? -volvió a saludar-. Te llamaba para decirte que tengo un hijo que quiere entrar en el equipo y me preguntaba si podría empezar a entrenar con vosotros.
-Bueno, no sé, tengo que hablarlo con el club -yo era un simple entrenador, no sabía si el club permitía que entrasen niños nuevos con la temporada empezada o no. Era, si no recuerdo mal, mi primer año entrenando y no creía que fuese competencia mía decidir eso habiendo unas cuotas que pagar para la inscripción-. Si quieres podemos hablar mañana y te digo algo.
-¿Pero el niño tiene que hacer unas pruebas de acceso o algo así? -preguntó de forma muy natural.
-No, no te preocupes, si el club me dice que puede venir no habría ningún problema.
-A ver, que si tiene que hacer unas pruebas no pasa nada, el niño juega muy bien.
-Tú no te preocupes -le interrumpí viendo hacia donde iba aquello-. Mañana hablamos.
-La verdad es que yo creo que el niño te va a gustar -insistió-. Lleva la pelota pegada al pie, conduce muy rápido…

Yo ya no sabía donde meterme, una madre me estaba intentando vender a su hijo de ocho años. Estaba intentando que yo me hiciese una imagen positiva del niño antes de verlo, quizás esperando que luego fuese tratado en función a esa imagen preconcebida. Pero es que esto no quedó ahí y la mujer siguió hablando.

-…es que mi hijo es buenísimo, mi hijo juega como Messi.

 
 

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