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Que tu hijo mejore como persona no es casual, es causal

Si a unos padres, los que sean, les preguntasen cómo les gustaría que fuese su hijo o hija el día de mañana seguro que su respuesta sería, en muchos aspectos, igual a la de la mayoría de padres.

Que muestre respeto hacia los demás, que sea autónomo, que sea comprometido, que sepa organizarse… La lista podría ser enorme. Todos los padres desean que sus hijos al crecer desarrollen esa serie de habilidades. Pero, ¿qué pasa si decimos que ese desarrollo no depende tanto de cuánto de fuerte lo desees sino de cómo te comportes como padre o madre? ¿Qué pasa si te digo que desarrollar esas virtudes no son fruto del azar sino que son consecuencia de tu labor como padre o madre?

 

El respeto hacia los demás es algo amplísimo. Un montón de cosas pueden caber dentro del respeto hacia los demás. Decirle a tu hijo que sea respetuoso con los demás es fácil, lo difícil es que entienda qué es el respeto cuando no ve en su día a día comportamientos respetuosos. Los niños aprenden por imitación y tienden a darle valor a las mismas cosas a las que se les da valor en su casa. Entienden que algo es importante porque han visto a lo largo de su vida que su madre o su padre le han dado importancia.

Por ejemplo, la puntualidad. Pocas muestras de respeto más grandes que la puntualidad, y será difícil que tu hijo o hija valore esto si tú, como padre, llevas a tu hijo todos los días tarde a entrenar. El niño asociará que la puntualidad no es importante. Entenderá que da lo mismo llegar a la hora acordada que cinco, diez o quince minutos más tarde. Da igual. El tiempo de la persona que ha llegado puntual, y que ha perdido mientras le esperaba, no vale nada. No pensará ni en él. No lo valorará. No se le pasa ni por la cabeza. Llegará con la misma naturalidad con la que llegaría si lo hiciese puntual. Porque da lo mismo. Le has educado así desde pequeño. No valorará el tiempo de los demás. Mi madre siempre me dijo «respeta a los demás», pero nunca supe a qué se refería. En mi casa, al menos por el tiempo de los demás, nunca vi respeto. Ya no hablemos del respeto por el trabajo del entrenador o entrenadora de tu hijo cuando le avisas diez minutos antes de empezar el entrenamiento de que tu hijo no asiste, tirándole abajo el entrenamiento que tenía organizado para un número determinado de niños.

La autonomía es otro tema curioso. Yo como padre quiero que mi hijo sea autónomo pero cuando acaba el entrenamiento nunca dejo que se duche en el vestuario. Me lo llevo para casa porque tarda mucho y así somos más rápidos. En el hipotético caso de que un día se duche, intento entrar en el vestuario para ayudarle a que se vista y para guardar su ropa en la mochila, la cual también se la hice yo antes de ir a entrenar, porque si la hace él se olvida las botas y claro, pobre, no podría entrenar. Eso sí, mi hijo es autónomo para decirle al entrenador que al partido no lleva espinilleras porque se me olvidó a mí meterlas, su padre.

 

¿Y qué me decís del compromiso? Apunto a mi hijo a una actividad grupal, a un deporte de equipo donde todas las piezas son importantes, y cada dos por tres mi hijo falta. Los motivos son múltiples y variados, normalmente saliendo a la luz los días de frío y lluvia. También suele haber una clara muestra de ausencia de compromiso cuando se saca una mala nota en un examen. A partir de ahí el compromiso desaparece. A principio de temporada se habían comprometido con un grupo de niños y con un entrenador, pero ese compromiso dura lo que tarda en llegar un suspenso, asociando, erróneamente, que la falta de actividad física provocará una mejora académica, algo que, a día de hoy, nunca he presenciado. No conozco a ningún niño que tras quitarle el deporte haya mejorado sus notas, lo que sí ha empeorado es su salud. Porque el deporte es salud y, sintiéndolo mucho, no parece sensato castigar a un hijo quitándole salud y diciéndole que el compromiso que había adquirido a principio de temporada lo podemos romper sin problema.

 

Relacionado con esto llegamos a la organización. Yo quiero que mi hijo aprenda a organizarse, pero cada vez que tiene un examen de cuarto de educación primaria no asistimos al entrenamiento porque tenemos que estudiar. Es una realidad que hay casos de niños que tienen problemas de aprendizaje y que, efectivamente, necesitan más tiempo que los demás. Ahora bien, no estamos hablando de esos casos. Estamos hablando de niños que, desde el principio, se les enseña a organizarse en base a suprimir actividades. Es decir, se les dice que la organización se basa en quitar cosas que haces en vez de en ser más eficiente con el tiempo que tienes. ¿Cuánto tiempo pasan esos niños viendo la televisión sin ver realmente nada? Simplemente mirándola. Organizarse es ser eficiente en el tiempo, y eso se aprende. Pero ojo, tu hijo lo que aprenderá es que organizarse es imposible y que el deporte y los estudios son incompatibles. Al principio, en primaria, entenderá que puede llevar ambas cosas quitando algunas sesiones de entrenamiento. A medida que el nivel académico avance quitará más sesiones hasta que, finalmente, abandone el deporte. Porque la organización que le has enseñado es esa, la basada en quitar cosas y no en ser eficiente con el tiempo. En la universidad quitará horas de sueño, vida social, comidas y todo tipo de ocio. Eso sí, seguro que seguirá mirando la televisión durante horas, o pasmará contra la pared. Porque nunca aprendió a identificar qué tiempo estaba bien invertido, nunca aprendió a organizarse.

Puedes desear un montón de cosas positivas para el futuro de tu hijo. Es bueno que lo hagas. Pero deséalas partiendo de que son tus comportamientos los que generan esas cosas, porque desear que aparezcan por arte de magia no es más que eso, un deseo.

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