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Aceptémoslo, hay entrenadores de fútbol base que son impresentables

Hace unos años se pudo ver en el programa Salvados, de Jordi Évole, la siguiente escena:

 

Muchos entrenadores de fútbol base han adoptado el discurso de que las familias son lo peor que le puede pasar a esta actividad, comentario que, además de injusto, es mentira. Las familias son una pieza fundamental para el buen funcionamiento del deporte infantil y en su amplia mayoría el comportamiento que tienen es ejemplar.

¿Hay energúmenos/as dentro del colectivo de padres y madres? Por supuesto, en un grupo de más de diez personas siempre hay un gilipollas. Si estás en uno y no lo ves, entonces lo más probable es que el gilipollas seas tú.

Es de eso de lo que quiero hablar aquí, de que en todo colectivo hay gente desubicada que no debería estar ahí. Gente que daña la imagen de todo el grupo, aunque el comportamiento general sea digno de alabar.

El colectivo de entrenadores no es una excepción, hay energúmenos ejerciendo una supuesta labor formativa con niños pequeños. Aceptémoslo, el colectivo de entrenadores no es un paraíso de buenas prácticas. Hay entrenadores que no solo creen que están disputando la final de la UEFA Champions League con sus niños de ocho años, sino que, además, tienen un déficit educativo y de autocontrol que les hace ser los mejores candidatos para no tener jamás una responsabilidad de este tipo. Muchos son maleducados, macarras y violentos.

El motivo es simple, la sociedad es así. En la sociedad en la que vivimos nos encontramos con esta gente. El payaso que sale derrapando cuando el semáforo se pone en verde, el imbécil que cada vez que sale de fiesta está metido en peleas, el impresentable que trata con chulería y faltas de respeto al camarero… Es la misma gente, son los mismos. O qué creéis, ¿que el que se comporta así en un partido de niños no es un impresentable a jornada completa?

 

Ha ocurrido en Badalona (Barcelona), este PERSONAJE ha saltado al terreno de juego para intimidar a la árbitra. Le han tenido que parar los pies. ¡La árbitra de 10, sangre fría y personalidad absoluta! Por favor, compartir, que se la caiga la cara de vergüenza a este PAYASO. pic.twitter.com/YlJyZhXBqo

— Pável Fernández García (@pavelfernandez_) April 23, 2022

A partir de aquí, una vez que aceptamos que en un grupo de más de diez personas siempre hay un gilipollas, debemos preguntarnos qué filtros fallan para que esos gilipollas acaben, de vez en cuando, ocupando un rol de formador de niños.

Aquí, por ejemplo, tenemos una causa:

Tres meses de sanción por agredir a un árbitro menor de edad en un partido de alevines. ¿Pero qué tipo de sanción es esta? ¿Qué tipo de formación tienen los responsables de emitir sanciones?

Ya os lo digo yo, ninguna. Tenemos en las federaciones responsables que consideran que el fútbol base es equiparable al fútbol profesional para niños. Ese pensamiento es el que les lleva a hacer ligas con ascensos y descensos para niños de siete años, clasificaciones de Pichichis y sanciones irrisorias.

Una persona que agrede física o verbalmente a un árbitro en un partido de niños no puede volver a ejercer el rol de formador nunca más, dentro de tres meses tampoco. Un entrenador de fútbol base es, por encima de todo, un ejemplo de conducta. Si no eres capaz de serlo, si un partido de niños impide que tengas un mínimo control de impulsos, entonces tu sitio no es el fútbol base. Puedes dedicarte a otra cosa, no sé, los circos están vacíos.

Ya acabo. Si te cuesta controlarte en el partido de tus benjamines cuando el arbitraje no te gusta, pero por el contrario no te consideras un gilipollas, entonces hazte un favor y déjalo. De verdad, no pasa nada. Márchate antes de que manches tu imagen. Porque ten claro que una vez que pierdas los papeles siempre serás recordado como aquel que un día montó una escenita porque no le gustaba cómo se estaba pitando un partido de niños de ocho años.

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