En los últimos años el fútbol base ha crecido de manera destacable en cuanto al número de niños participantes. Muchos clubes han pasado de tener uno o dos equipos por categoría a tener cinco, seis e incluso más. El fútbol base en los últimos años ha dejado de ser una actividad de deporte recreación para convertirse en una actividad de deporte competición. El continuo crecimiento en el número de niños federados y, por lo tanto, con ficha en algún club o escuela de fútbol, ha convertido esta actividad, que hasta hace no muchos años era vista y gestionada por la mayoría de clubes como una actividad de ocio, en una actividad con grandes posibilidades de negocio.
Y ahí se acerca el efecto llamada. El club primero ha conseguido ganar con los medios que tenía, probablemente sacrificando cierta parte de la formación de los niños para alcanzar estos resultados, posteriormente empezó a fichar a niños de otros clubes ofreciéndoles jugar en una división al que su club de origen no aspiraba (aunque esto fuese dicho a padres de prebenjamines), y finalmente llega el efecto llamada.
Padres que tienen a sus hijos en un club de fútbol diferente, o que simplemente no lo tienen en ningún club, ven jugar un día, de casualidad, a un equipo de ese club que ha pasado en los últimos años de tener uno o dos equipos por categoría a tener tres o cuatro. Ven que los niños de ese equipo juegan bien, que van ganando 8-0 en el descanso, y que además parece ser que ganan así en todas las categorías que tienen, o eso dice el padre de Miguel, compañero de fútbol de sus hijos.
Como es lógico, ante el desconocimiento total y absoluto de cómo funciona el fútbol base, estos padres entienden, como bien dijimos previamente, que se está trabajando muy bien con esos niños en ese club y por eso juegan tan bien al fútbol. Sin dudarlo, a principio de la nueva temporada, se presenta en un entrenamiento de este club ganador con su hijo, diciendo que el niño querría hacer las pruebas para entrar.
El niño no da el nivel para el equipo A, que son todos niños que fueron llamados expresamente por el club, tampoco para el B, ni para el C, ni para el D, ni para el E. Pero, curiosamente, su hijo sí que da el nivel para ingresar en el equipo F. De hecho le dicen que es el equipo ideal para que su hijo progrese y mejore.
El padre asiente con la cabeza y se va contento porque han aceptado a su hijo en un club ganador, así que su hijo tan malo no debe ser. Además le van a enseñar a jugar al fútbol porque en ese club entrenan muy bien a los niños. La realidad es que su hijo podría ser el jugador más malo del mundo que lo iban a aceptar igual. Su hijo no es un jugador de fútbol, su hijo es dinero para el club. Su hijo va a financiar los viajes que tengan que realizar los niños buenos que salgan a jugar fuera de la provincia. Su hijo es un número más, concretamente un 300 más, 300 euros más Porque no sabe que el fútbol base ya no es ocio, ahora es negocio.